viernes, 12 de junio de 2009

Mujeres científicas de la Antigüedad

El pasado 17 de mayo se estrenó Ágora en el Festival de Cannes, una película española dirigida por el oscarizado Alejandro Amenábar a la que me atrevería a tildar de insólita, tanto por su producción al más puro estilo de los films históricos de Hollywood, como por su temática, la vida de Hipatia de Alejandría, una de las primeras mujeres científicas de la Historia. Sinceramente, no me esperaba un film de estas características en el cine español, y espero con ilusión a su estreno después del verano; mientras tanto y para paliar la espera me gustaría escribir alguna cosilla no sólo ya sobre la protagonista de la película (en este caso interpretada por la bella actriz Rachel Weisz) sino sobre otras mujeres que en la Antigüedad obtuvieron notoriedad por sus trabajos en temas científicos, tarea nada fácil en un mundo dominado en todos los ámbitos por los hombres.

Para buscar el primer nombre femenino de la Historia de las Ciencias hemos de remontarnos al antiguo Egipto, concretamente en torno al año 2700 antes de nuestra era, para encontrarnos con Merit Ptah que cultivó la medicina, algo que no era inusual en este antiguo imperio puesto que desde hacía tres siglos existían escuelas de medicina para mujeres, especializadas en el terreno de la obstetricia. No sólo ha quedado registrado para la Historia su nombre, sino también un retrato suyo en una necrópolis cerca de la pirámide del paso de Saqqara, en el Valle de los Reyes en Egipto.

Siglos antes habían sido depositados en la tumba de la reina sumeria de Ur, Shubad, (alrededor de 3500 a.n.e. [antes de nuestra era]) instrumentos de piedra y bronce con los que debía continuar sus prácticas médicas en la otra vida, lo que indica claramente que las había puesto en práctica en ésta.

Hacia el 2354 a.n.e. aparece en Mesopotamia la figura de la sacerdotisa y princesa acadia Enheduanna, quien también tiene su importante puesto en los anales de la Historia por haber sido la primera persona que se conoce que firmó sus escritos. Enheduanna junto a otros sacerdotes, creó varios observatorios dentro de templos en los que se hicieron mapas de los movimientos de cuerpos celestes. Asimismo colaboró en la creación de uno de los primeros calendarios religiosos.

También en Mesopotamia, pero un milenio después (1200 a.n.e) vivió la perfumista y consejera de palacioTapputi-Belatekallim, considerada la primera mujer química de la Historia.
De nuevo en Egipto, Aganice (alrededor de 1875 a.n.e.) un miembro de la corte de Faraón Sestoris, estudió planetas y constelaciones, a fin de predecir eventos futuros; su nombre a veces es confuncido con una mujer muy posterior, la griega Aglaonice o Aglaonike, hija del rey de Tesalia (Grecia), que vivió sobre los siglos II y IV a.n.e y que se considera como la primera mujer astrónoma de la Historia. Aglaonike predecía los eclipses lunares, parece que conocía los estudios mesopotámicos de los ciclos lunares de aproximadamente 18 años, lo cual le dió un aura sobrenatural pues era "quien podía hacer desaparecer la Luna". No podemos olvidar que la Ciencia como tal no existe en la Antigüedad, está íntimamente unida con la Filosofía y aveces como acabamos de ver con creencias religiosas.

El gran polo del pensamiento antigu se haya en la Grecia antigua donde sobresalieron bastantes mujeres en el mundo de la Filosofía y la Ciencia a pesar del escaso papel a desempeñar al que habían sido relegadas las mujeres, baste recordar que figuras como Aristóteles (384 - 322 a.n.e.) y Platón (427 - 327 a.n.e) las consideran como seres humanos defectuosos o degenerados y eso a pesar de que curiosamente la madre de Platón, Perictione, es una de las grandes pensadoras de la época, que escribió en su libro Sobre la Sabiduría una jerarquización de las ciencias y además era discípula del célebre filósofo y matemático Pitágoras (quien a su vez tuvo como maestra a la sacerdotisa Themistocleia). Pitágoras tuvo como esposa y discípula a Téano, treinta años más joven que él, quien se haría cargo de la escuela pitagórica a su muerte, y escribió sobre astronomía, matemáticas (escribió sobre la proporción aúrea), física, medicina e incluso sobre psicología.

Areté de Cirene (siglos V y IV a.n.e.) era hija del filósofo Aristipo y a su muerte le sucedió en el cargo de directora de la academia de filosofía de Cirene (en el norte de África, actual Libia). Enseñó en Ática (Grecia actual) ciencia y filosofía, se cuenta que entre sus discípulos enseñó a más de ciento diez filósofos y escribió más de cuarenta libros. Su epitafio no puede ser más bello y descriptivo sobre su figura: "El esplendor de Grecia, la belleza de Helena, la virtud de Tirma, la pluma de Aristipos, el alma de Sócrates y la lengua de Homero".

También en el siglo V a.n.e. vivió Aspasia de Mileto, cortesana y compañera sentimental del político ateniense Pericles. A las reuniones que organizba acudió Sócrates y tuvo amistad con Anaxágoras y Fidias. Aspasia fue muy importante en su tiempo, no solo por su poder político sino por sus enseñanzas de retórica (Platón, Jenofonte y más tarde Cicerón la alaban) y filosofía; además a sus reuniones no sólo asistían hombres y cortesanas (el término de la época es hetera o hetaira) de la época sino también mujeres libres (algo prohibido en la época por lo que sufrió persecución, acusada de libertina y corrompedora de mujeres, de la que salió airosa gracias al propio Pericles).

También de Grecia, en el siglo III a.n.e., nos llega una de esas preciosas historias de la Ciencia, protagonizada por la ateniense Agnódice quien para sortear la prohibición de ejercer la medicina a las mujeres se disfrazó de hombre y marchó a Alejandría (en el norte de Egipto) para estudiar medicina con el célebre médico Herófilo de Calcedonia. De vuelta a Grecia se dedicó al ejercicio de la medicina femenina bajo su disfraz siendo tal su fama que despertó grandes envidias entre sus colegas que la acusaron de abusar y corromper a las mujeres de la ciudad. En el juicio Agnódice reveló su verdadera condición femenina lo que le suponía la inmediata condenada a muerte, de la que se salvó gracias a que un buen número de mujeres aristócratas de la ciudad amenazaron con morir con ella por lo que fue liberada, a partir de ese momento se le permitió el ejercicio de la profesión con mujeres y niños; posteriormente se ampliaría a todas las mujeres libres este permiso.
Tras el ocaso de Grecia llegó el esplendor político, que no científico, del Imperio Romano. En Roma descollarán varias mujeres en el campo de la medicina, la única rama de la Ciencia que los romanos desarrollaron mejor, como Cleopatra (siglo II de nuestra era, no confundir con la emperatriz egipcia), cuya obra ginecológica De geneticis se usó hasta el siglo VI y Aspasia de Roma (siglo II) que inventó un nuevo método para ayudar a nacer a los bebés que venían de nalgas. También destacaron Filista o Elefantis, que fue profesora y escritora, y Lais, famosa por método para curar la malaria con sangre menstrual; ambas fueron especialistas en obstetricia y de ellas nos consta su actividad por Plinio el Viejo, que también habla de Salpe de Lemmnos, que escribió sobre las enfermedades de los ojos, y de Olimpia de Tebas, especialista en hierbas medicinales, que escribió un libro de recetas médicas con especial mención a las enfermedades de las mujeres.

También se ha de mencionar a Antiochis, de quien dijo Galeno que desarrolló una medicina efectiva para el reumatismo y ciática, así como tratamientos para las inflamaciones y las enfermedades del bazo. Su popularidad fue tal que el gobierno de su ciudad, Tlos (en la actual Turquía), le permitió que erigiera una estatua de sí misma. Como último nombre para cerrar la lista de las médicas romanas más importantes citaremos a Metrodora, que escribió sobre las enfermedades del útero, estómago y riñones.
La progresiva decadencia de Roma hizo surgir nuevos focos culturales en otros lugares del Mediterráneo, como Constantinopla (la actual Estambul, que heredaría la luz del imperio hasta el siglo XV) y Alejandría.
En Alejandría, probablemente en el siglo III, vivió María la Judía, una de las primeras alquimistas, a quien se atribuye la invención del baño maría como método de calentamiento y además inventó un alambique así como otros elementos relacionados con la práctica de la alquimia; contemporánea suya pudo ser Cleopatra la Alquimista que también experimentó dicha práctica.


Ya en el siglo IV y en la misma ciudad, nace Hipatia, la primera científica de la Historia de cuya vida se tiene una amplia documentación. Hipatia era hija de un sabio astrónomo y matemático, Teón de Alejandría, y después de viajar por Atenas e Italia se estableció en su ciudad natal donde enseñó matemáticas, filosofía, astronomía y mecánica. Escribió sobre álgrebra y geometría, diseñó un destilador de agua, un medidor del nivel de mar y otro para medir la densidad.
Hipatia tuvo entre sus alumnos a Orestes, el prefecto romano de Egipto, enemistado con Cirilo, patriarca cristiano de Alejandría en un momento en el que el Cristianismo comenzaba a competir política y religiosamente con el paganismo, representados en la ciudad por Hipatia y el gobernador romano. Cirilo (que sería hecho santo) expulsó de la ciudad a los judíos y persiguió a los seguidores del neoplatonismo encabezados por Hipatia. En marzo del año 415 una turba de monjes fanáticos, no se sabe si directa o indirectamente instigados por Cirilo, la atacó y sacó de su carruaje, la condujo al antiguo templo que funcionaba como catedral alejandrina, la desnudó y asesinó, descuartizándola y quemando posteriormente sus restos. Quedó el nombre de Hipatia unido a otros grandes nombres que murieron o fueron perseguidos por sus enseñanzas científicas, como Giordano Bruno o Galileo, entre otros. Muchos autores consideran el momento de la muerte de Hipatia como el fin de la Ciencia en la Antigüedad, al menos en Occidente, la cual caerá en un profundo sopor del que no despertará hasta el comienzo del Renacimiento.

Os dejo con el trailer de Ágora para ir abriendo boca.